La oscuridad comenzaba a matar toda luz existente en aquel día de verano. Precisamente eran las 18.04, pero aquel día la hora no fue lo importante, aquel día todo fue distinto, distante quizás.
Ambos estaban sentados sobre el tejado fabricado con duras tejas que habían recogido todo el calor de de las horas de Sol anteriores y ahora se enfriaba.